Magia en Granada: la suerte del rosario

Durante el siglo XVI al XVIII, hubo en Granada muchas formas distintas de adivinación y sortilegios. De algunos de ellos, hablamos en nuestra visita de Magia en Granada: de al-Ándalus a la Inquisición, pero no podemos mencionarlos todos así que aquí te hablaremos de uno de esos métodos que se nos “queda en el tintero”: la suerte del rosario.

Aunque era un medio que se podía prestar a la estafa, parece ser que algunas hechiceras lo practicaban de buena fe, con mucha habilidad además, para dar respuestas certeras a sus consultantes. Ahí tenemos, por ejemplo, a Catalina Rodríguez, una hechicera granadina: sujetaba el rosario con un mano, teniendo la cruz escondida en la misma y el resto pendiendo de ella; si después de recitado el conjuro se movían las cuentas alrededor de la mano, se consideraba algo bueno; si no, era una mala señal.

Catalina realizó esta suerte en muchas ocasiones, la mayoría para saber si un hombre engañaba a su mujer.
También tenemos el caso de María Rodríguez, de Málaga, con 50 años y casada con un hombre también aficcionado a las artes mágicas y el curanderismo. Tenía una fe absoluta en la efectividad de este método y lo repetía con frecuencia para su propio interés. Parece ser que solía ponerlo en práctica los viernes, porque, según comentó a una amiga, era mucho más eficaz ese día. Sostenía el rosario con una mano y con la otra hacía cercos sobre él, recitando: “Anda, anda de largo”. Algunas veces se movía alrededor de su mano de “largo en largo”, pero otras no.

Ana de Rojas, hechicera granadina de 30 años y soltera, no sólo se valía de dicha suerte para conocer el paradero de personas ausentes, sino también para traerlas a su presencia; sin embargo, no siempre acertaba en sus respuestas, lo que provocó no pocos problemas con sus clientes. En una de aquellas ocasiones, una mujer que había ido a consultarle para saber si un hombre que esperaba iría a visitarla, se creyó engañada porque Ana le aseguró que acudiría aquella misma noche, y, sin embargo, el hombre no se presentó.

Para darle tal respuesta realizó la “suerte del rosario”, tomando la cruz en la mano y doblando el resto en cuatro partes que dejó colgando, pronunció un conjuro que su cliente no entendió y las cuentas, en efecto, se movieron alrededor de su mano, lo cual, como sabemos, era considerado como un signo positivo.

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