Fiestas en la Alhambra

Fiestas en la Alhambra
La Alhambra, ciudad palatina nazarí, contaba con los Palacios Nazaríes como la residencia real de los emires y su familia. Y no sólo eran estancias usadas para la vida del día a día; esas paredes han presenciado intrigas, dichas y desgracias, y también… fiestas.
La sala destinada para ello se conoce como la Sala de los Reyes, y está en el Palacio de los Leones. Hay tres alcobas que presiden la sala. El emir se situaba en la alcoba central, decorada con una pintura en el techo donde se ven diez figuras que representan a sus antepasados, dándole legitimidad como gobernante. Los demás invitados ocuparían el resto de alcobas, a derecha e izquierda, y los sirvientes ofrecían todo tipo de manjares guardados en las alacenas que se encuentran también en la sala.
Las fiestas que se ofrecían estaban condicionadas y presididas por la religión y el poder; en la recepción, el emir se situaba en el lugar preeminente y los invitados le saludaban. Después de esto se rezaba la oración en común, y entonces se acomodaban en sus puestos según la clase política y social. Podían durar toda la tarde y también la noche, por lo que se cumplía con la obligación de rezar, se leían textos del Corán e incluso había cantos acompañados por algunos instrumentos musicales como podría ser la flauta de madera.
Los invitados se lavarían las manos en aguamaniles* y degustaban manjares de todo tipo (corderos, pichones, dulces…) y una vez habían acabado de comer se lavaban y perfumaban las manos y la boca con agua de rosas.
En las estancias dedicadas a estas fiestas había relojes que hacían sonar una bolita de cobre al caer sobre un platillo a la vez que se depositaba en él un pergamino con un poema que generalmente era una alabanza al sultán.
Como podéis imaginar, todo era una embriaguez de los sentidos: la vista se recreaba con el lujo de estancias y vestidos, el gusto en los deliciosos manjares, el olfato con los aromas de las viandas y de perfume de ámbar quemado, el oído con la música y el tañer del cobre y el tacto con la suavidad de las sedas y lanas de vestidos, alfombras, etc.
*Aguamaniles: jarros de cerámica que tenían la boca agujereada para distribuir el agua en pequeños chorros.
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