El Domingo de Ramos, sin pies y sin manos

El Domingo de Ramos, sin pies y sin manos
Este próximo domingo, día 13 de abril, dará comienzo la tan esperada Semana Santa. Ya os hablábamos en otro artículo anteriormente sobre un poquito de su historia y algunos detalles curiosos. Por eso, en esta ocasión hemos decidido centrarnos en una expresión muy popular que se extiende en todo el territorio nacional: El Domingo de Ramos, quien no estrena se queda sin pies y sin manos.
Para empezar, hay que tener en cuenta que durante muchísimo tiempo (y hasta no hace muchos años) ir el domingo a misa no sólo tenía un significado religioso. Para muchos era su día libre y, por tanto, al acabar el oficio religioso podían pasear, reunirse con sus amistades, etc; es decir, había un componente social muy importante. Muchas familias, especialmente las de clases bajas, no podían permitirse el lujo de tener varios modelos de ropa entre los que elegir: normalmente, los armarios constaban de la ropa del trabajo y el traje del domingo, que era la prenda más elegante reservada para ocasiones especiales, como las misas, celebraciones, etc.
Y si un domingo era una ocasión especial, ¿cómo no iba a ser incluso más importante el Domingo de Ramos? Es el día que da comienzo a la Semana Santa y que conmemora la entrada de Jesús en Jerusalén, es decir, su aceptación como Mesías.
Los discípulos marcharon e hicieron como Jesús les había ordenado. Trajeron el asna y el borrico, pusieron sobre ellos los mantos y él se montó encima. Una gran multitud extendió sus propios mantos por el camino; otros cortaban ramas de árboles y las echaban por el camino. Las multitudes que iban delante de él y las que seguían detrás gritaban diciendo: —¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! (Marcos 11,1-11)
Se considera esta fecha señalada como un momento de renacimiento y de renovación, de dejar atrás lo viejo y lo malo, y dar entrada a lo nuevo y lo bueno. Además, la Semana Santa suele marcar el fin del invierno y el inicio de la primavera, asociando, de nuevo, el fin de la tierra muerta con florecimiento. Por eso, si alguien no estrena ropa, se queda sin pies y sin manos, es decir, no gozará de buena suerte ni de bendición alguna.
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